Saturday, March 3, 2012

La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Descubriendo su patrimonio social

Recuperación de viviendas sociales, en Muralla 162, esquina con Plaza Vieja, enclave que el viajero suele pasar por alto en su recorrido por el centro histórico habanero
Agosto de 2010, nos encontramos a las 9 en punto de la mañana con Joyi, guía turístico de la Agencia de Viajes San Cristóbal, perteneciente a la compañía Habaguanex y gestionada en el marco del complejo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) que, tal como nos explica nuestro acompañante, goza de autonomía administrativa, lo que le evita trabas burocráticas a la hora de buscar financiación exterior. "Hay confianza absoluta en la institución, y en particular en el doctor Leal, que tiene rango de ministro" nos explica nuestro compañero, refiriéndose a Eusebio Leal Spengler, eminencia de la intelectualidad cubana y auténtica alma de un proyecto renovado con un éxito sin parangón, fruto de las dificultades extremas del Período Especial, del genio de su inspirador y de la voluntad del gobierno cubano, pues "La Habana Vieja no existiría sin la revolución".

Conducidos por nuestro guía desde la maravillosa Plaza de San Francisco de Asís (popularmente conocida como Plaza de las Palomas), donde se encuentra la sede de la agencia y el inicio del recorrido, nos dirigimos al Hostal Valencia, primera del complejo de empresas de la OHCH y hoy famoso por sus exquisitas paellas, que el viajero puede degustar mientras se recrea con la historia y disfruta de la mágica atmósfera de uno de los magníficamente restaurados edificios coloniales del corazón de la capital cubana.

El lema de la OHCH es "crear una ciudad viva" nos explica nuestro acompañante, que salga de noche, que no duerma y que haga suyo el patrimonio. Esta institución trabaja para las personas, tal como podemos comprobar mientras nos adentramos, durante nuestro recorrido, por la otra cara de La Habana Vieja, aquella que no atrae la atención de la mayoría de sus turistas. La OHCH ocupa de proyectos que van mucho más allá de la importante misión de restauración de edificios históricos, liderando entre otros una inseparable labor social capaz de incidir, por ejemplo, en la restauración y esponjamiento de viviendas deterioradas debido a su sobreocupación, problema endémico entre sus habitantes, garantizando a los afectados un alojamiento temporal, mientras duren las obras, dentro del mismo barrio.


Prueba de estos trabajos de restauración de casas sobreocupadas (el guía nos explica que el desplazamiento de las familias dentro del barrio mientras duran las obras de restauración se hace siempre contando con su consenso y que algunas de ellas se encuentran tan bien que no quieren volver a su residencia de origen) la tenemos en algunos callejones circundantes de la Plaza Vieja, antiguo centro neurálgico del comercio de la ciudad amurallada, tan pronto como en pleno siglo XVII.

Pero el viajero difícilmente se dará cuenta de todo ello, a no ser que vaya debidamente documentado o bien requiera los servicios de un guía quien, en nuestro caso, nos lleva por un trazado de callejuelas, en ningún modo suntuosas pero sí en cambio cargadas de magia, hasta llegar al antiguo Convento de Nuestra Señora de Belén, la mayor edificación religiosa del siglo XVIII, donde la Oficina de Asuntos Humanitarios de la Oficina del Historiador cuida de unas 80 personas ancianas sin otro amparo y, por tanto, en claro riesgo de exclusión social, que la institución acoge y dinamiza a través de talleres ocupacionales fundamentalmente dedicados a la realización de trabajos artesanales, que posteriormente exponen para la venta al público.

Todo ello en un maravilloso entorno formado de magníficas arcadas y un fascinante patio de estilo colonial, donde hay espacio para todo tipo de actividades, aparte de las ya citadas, educativas, culturales, deportivas y sociales, contando con una consulta médica a disposición de sus residentes, que encuentran un hogar donde poder realizarse como personas, tal como reza la misión de la Oficina del Historiador como institución.


El Plan Maestro para la revitalización Integral de La Habana Vieja no va dirigido sólo a la recuperación de sus edificios sino que es fundamentalmente, en palabras del doctor Leal "un proyecto para las personas." Arquitectos, ingenieros, arqueólogos y albañiles se unen en la salvaguarda de la identidad nacional en el terreno de la cultura, la protección integral del patrimonio nacional mediante instrumentos de planificación y gestión participativa que prioricen las necesidades de desarrollo socioeconómicas del barrio y de sus habitantes , garantizando de esta manera la protección y dignificación del hábitat de la población local, evitando hipotéticos desplazamientos causados por el impacto del turismo, potenciando la mejora de infraestructuras y servicios y, como condición sine qua non, buscando una progresiva autofinanciación en pro de la sostenibilidad del proyecto.

Toda vez ponemos fin a nuestro periplo por el Convento de Belén, al otro lado de la dominante Plaza Vieja, nos adentramos por uno de los tantos callejones llenos de encanto del casco antiguo de La Habana, Mercaderes. Caminando entre multitud de tiendas a ambos lados, densamente transitado por turistas de aquí y de allá, nuestro acompañante nos enseña sólo algunas muestras del "enfoque social" del Plan Maestro de la OHCH. Visitamos pues el Proyecto Aula Museo, donde de nuevo de la necesidad se hace virtud cuando ante el peligro de paro del curso escolar, en octubre de 1995, debido a los ruidosos trabajos de restauración, la Casa Museo Simón Bolívar (Calle Mercaderes, entre Lamparilla y Obrapía, y justo frente a la plaza que lleva su nombre) acoge por primera vez a los niños de las aulas desalojadas. Así nace la idea de vincular estrechamente el programa educativo de los niños y niñas de la zona en interacción directa con el patrimonio arquitectónico, museístico, cultural y nacional de Cuba, un proyecto que, en el transcurso de los años hasta la actualidad, no sólo ha extendido sus alas más allá del centro histórico de la capital, sino que ha penetrado en ciudades como Cienfuegos, Santiago de Cuba y Baracoa, entre otras.


Es hora de concluir el relato de una visita que, nada más lejos de pretender abarcar toda la vertiente social de la obra de la Oficina del Historiador, pero con el humilde deseo de haber contribuido a despertar su interés, nos descubrió multitud de espacios recuperados integralmente. Más allá de la piedra y la memoria histórica, hay un compromiso social sin el cual no podríamos imaginar la Hermandad de Tejedoras y Bordadoras de Belén, programa de cooperación entre la Oficina del Historiador y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD ) que ha alcanzado durante sus más de 10 años de historia recuperar, por un lado, el oficio del bordado artístico y, por el otro, ganar una vía de ingresos estables para personas desempleadas, principalmente mujeres de edad avanzada. Tampoco sería posible visitar el Centro de Atención al Adulto Mayor, en el marco del recorrido por el Proyecto de Conservación y Labor Social, que entre otros ofrece la Agencia de Viajes San Cristóbal, para luego llegar al Centro de Rehabilitación Geriátrica Santiago Ramón y Cajal, donde en un tranquilo y fresco patio interior las personas que lo habitan conversan, sonríen y conviven en un armonioso entorno rodeados de pinturas y obras de arte. Una inscripción de elaboración propia colgada en una de las paredes capta nuestra atención, "desde el rostro a la fuente", en su afán por "recomponer el alma y la dignidad".

Un edificio marca, a nuestro entender, el valor lo que es y podría no haber sido, la Oficina del Historiador de la Ciudad, el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, situado justo detrás del antiguo Palacio de los Capitanes Generales y actual Museo de la Ciudad, que hoy hace las funciones de escuela taller de la OHCH y en el que podemos observar la cara de "falsa modernidad", con la coraza vidriada de parte de su entorno, que se ha mantenido para que los habaneros, y también los viajeros, no olvidemos la no tan lejana historia de afán constructor, o más bien destructor, del gobierno neocolonial de los años 50, que pretendía convertir, como ha ocurrido en la mayoría de ciudades antiguas del mundo, un caso cercano a los autores es Barcelona, con la partición de su rico casco histórico mediante por la construcción de Via Laietana, entre otras barbaridades, en un compendio de edificios "modernos" y vías anchas para facilitar las comunicaciones a costa de destruir el patrimonio nacional.

Un patrimonio que el pueblo cubano, en su afán por ganar una emancipación nacional y social que tiene mil caras, de la mano la revolución encabezada por Fidel Castro Ruz y de grandes personajes de su historia como Emilio Roig de Leuchsenring y Eusebio Leal Spengler, padre y genial discípulo de la Oficina del Historiador respectivamente, ha conseguido preservar y revertir en beneficio de las personas que tienen la gran suerte de disfrutarlo. Porqué ¿qué es un pueblo sin historia?

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