La agricultura urbana ecológica surge en Cuba como una necesidad para luchar, desde el punto de vista de la autosuficiencia alimentaria, contra la asfixiante crisis económica de los años 90, causada por la desintegración de los países del llamado "campo socialista" y su oposición unilateral a seguir cumpliendo los acuerdos comerciales firmados con Cuba. La crisis energética que se deriva de ello se traduce en una severa reducción del abastecimiento de petróleo y derivados. Cuba se enfrenta de la noche a la mañana al llamado "Período Especial" que afecta profundamente a la totalidad de los campos de su economía. En este contexto, la continuación de la práctica de una agricultura basada en la utilización masiva de abonos y biocidas sintéticos y de un sistema de tracción totalmente mecanizado se hace sumamente insostenible.
Rápidamente de la necesidad se hace virtud y hoy el viajero, durante su visita a la capital cubana, puede fácilmente cruzarse por el camino a varios de los llamados Organopónicos (huertos urbanos orgánicos), distribuidos a lo ancho y largo de la metrópoli habanera, algunos de ellos organizados bajo meticulosos criterios de eficiencia energética y sostenibilidad a través de la práctica de sistemas de producción basados en técnicas propias de la permacultura. Así, se ha fomentado, en la medida de lo posible, el trabajo manual y la tracción animal, el aprovechamiento de todos los recursos orgánicos disponibles, y la preservación de la fertilidad del suelo como prioridad. En resumen, el desarrollo de este nuevo concepto de agricultura ha contribuido a sensibilizar profesionales y ciudadanía en general sobre la necesidad, y el placer, de producir eficientemente y de vivir en armonía con el entorno natural.
Estos cultivos, administrados por los propios campesinos tanto en la producción como en la venta directa al consumidor, son tratados con procedimientos netamente agroecológicos en todo su proceso. Su método de cultivo, en bancos haciendo agujeros en la tierra y utilizando técnicas y fertilizantes orgánicos, hace que el resultado sea un producto natural que no sólo es eficiente, sostenible y por lo tanto respetuoso con el medio ambiente, sino que también es beneficioso para la salud del consumidor.
Con los mismos objetivos de soberanía alimentaria y la base de una agricultura sostenible, podemos observar dentro de la misma ciudad, algunos de los llamados policultivos que comprenden, tal y como el nombre indica, una rica variedad de cultivos en una misma explotación. Esto no es aleatorio, pues responde a una función de retroalimentación, facilitando de esta manera que la "convivencia" de una especie con otra sea beneficiosa, por ejemplo, en la lucha contra las plagas. En otras ocasiones la existencia de un auténtico "bosque" frutal proporciona a la huerta la sombra necesaria para garantizar su desarrollo.
En definitiva, Los Organopónicos se han integrado a la perfección en una gran diversidad de paisajes urbanos que, como en el caso de La Habana, ya forman parte de su renovada idiosincrasia. Podríamos afirmar pues que, fruto de un proceso originado por una necesidad de la historia reciente de la isla, los Organopónicos se han convertido rápidamente en una de las señas de identidad de la revolución cubana contemporánea, en su esfuerzo por cultivar la tierra mediante una nueva cultura agrobiológica.
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